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domingo, 10 de marzo de 2013

Y oyes los grillos.

Es como gritar, pero nadie puede oírlo. Nadie te hace caso y las cosas giran a tu alrededor. Y no las puedes parar. Porque la bola de nieve va cuesta abajo y las palabras siguen ahí, flotando en el aire. Como si pudiera verlas y leerlas salir de tus labios. Y en tus labios luchan por salir los reproches y las frases que hieren y los consejos. Y callas. Porque, en esta vida, para bien o para mal, todos hemos callado. Callamos para no dañar.
Pero, muchas veces, cuando callamos, es cuando más daño hacemos.


Airie.

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