Se pasaba los días soñando despierta que se topaba con un genio y le concedía tres deseos. Cada vez, imaginaba que le pedía cosas distintas: un coche, una casa, un novio, un perro, el poder de volar, una nube que llevar de una cuerda. Y para que no se le olvidasen todas esas cosas, corría a apuntárselas en el brazo.
Poco a poco, su brazo estallaba en palabras. Más tinta que piel. Sorprendentemente, un día se topó con un genio de verdad que le preguntó por esos tres deseos que tanto había ansiado.
Ella sólo pidió brazos más largos
para poder seguir soñando despierta.
Airie